Opinión

Un liderazgo vacío


Definitivamente sin una base moral, las políticas públicas no sólo tienden al fracaso más estrepitoso, también nos llevan a los escándalos de corrupción que vemos un día sí y otro también en el ámbito de los funcionarios de estos gobiernos. La base moral no puede estar desligada de un principio religioso o de creencias en un ser superior que nos guía en el bien hacer. Al alejarnos, al despreciar los fundamentos cristianos de la civilización occidental vamos cayendo en un vacío existencial que no lo pueden llenar las posesiones materiales.

La corrupción, la doblez y la falta de compromiso, con los intereses de nuestros conciudadanos, es la máxima expresión del liderazgo político y social. Odian y desprecian su historia mientras enaltecen a las foráneas. Creen ser representantes de la modernidad cuando desprecian la tradiciones ancestrales y ningunean a los padres fundadores.

La mayor vaciedad la vemos en el apoyo que les dan a las ideologías destructivas de la naturaleza humana, el desprecio por la familia, la estupidez y falta de sentido común que guían sus acciones.

Los antiguos romanos advertían a sus gobernantes que el pueblo los observaba para seguir su ejemplo y, tenían razón, la corrupción ha llegado a los más humildes niveles sociales. Desde el más miserable miembro de la sociedad hasta el más encumbrado, lo único que los mueve es cómo puede aprovechar los bienes públicos a su favor.

Por suerte y gracias a la Providencia Divina, siempre hay un pequeño grupo de ciudadanos que se mantiene firme en defensa de los valores que han permitido a la humanidad prosperar y vivir en libertad. A esos ciudadanos apelamos para restaurar y hacer valer los intereses nacionales.

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